Cuando hablamos de contracultura, nos referimos a una cultura que surge en oposición a los valores y prácticas de la cultura dominante. El término fue acuñado por el historiador norteamericano Theodore Roszak en su libro «El nacimiento de una contracultura» en 1968. La contracultura representa un movimiento organizado y visible que se opone de manera reaccionaria a los conflictos provocados por el sistema hegemónico. En este sentido, la contracultura se mantiene al margen del mercado, de las instituciones hegemónicas y de los medios de formación de masas.

Aunque Roszak utilizó el término originalmente para describir la producción rebelde de la juventud de los años 60 y sus mentores ideológicos, sigue siendo relevante en la actualidad. Diversos autores como Luis Britt, Luis Ruiz Aja, Sergio Altesor, Lauren S. Peagel y Mario Vargas Luna lo han empleado en contextos más recientes para analizar la producción cultural de fenómenos como las editoriales cartoneras.

Ahora bien, me interesa poner el término «contracultura» sobre la mesa para discutir específicamente la producción y manifestación cultural de la editorial Atarraya Cartonera durante su residencia artística en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico en Santurce. Esta residencia tuvo lugar desde el 9 de diciembre de 2010 al 11 de enero de 2011.

El texto que presento es el resultado de una reflexión originada a partir de una conversación con un visitante de dicha residencia, quien utilizó el término «contracultura» para referirse al proyecto y para problematizarlo desde su desarrollo dentro del museo.

Nota: Dado que no tengo información específica sobre la editorial Atarraya Cartonera o su residencia artística en el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, no puedo proporcionar detalles adicionales sobre su producción cultural y manifestación en este contexto.